Y si adopto a un perro de perrera.
Tina. Bretona. Perrera Parla

Hace unos años un compañero de trabajo vino a pedirme consejo. Había decidido tener un perro. Me dijo que su primer pensamiento fue la adopción. Con este espíritu tan altruista, tan generoso había iniciado su búsqueda por las webs de protectoras de nuestra ciudad. Como no se decidía y conociendo mi colaboración con una de ellas, acudía a mí para pedirme su dirección y consejo. Al cabo de un rato regresó molesto y quejoso.

Estoy sorprendido” – me dijo. “Piden un donativo. Pensé que las adopciones eran gratuitas, que los perros no se compraban”.”
"Yo no pago por un perro” – sentenció.

Charlamos mucho sobre las protectoras y su sostenimiento: los donativos y la cantidad de pequeñas asociaciones y albergues que, finalmente, por las deudas tienen que cerrar. Le hice ver en qué estado recogían a estos pobres,atropellados o maltratados, sedientos, famélicos: intervenciones, visitas a veterinario, medicación, pago a casas de acogida hasta su recuperación, etólogos,... Una larga lista de gastos sufragados con esos donativos, con eventos y otras ayudas puntuales. Por último, también hablamos de los que terminan en las perreras y la catastrófica e inaceptable condiciones en las que están hasta su adopción o sacrificio.

Días más tarde se presentó entusiasmado: “He cogido un perro de la perrera y solo he pagado la vacuna y el chip”.- me decía emocionado. "Nada, poquísimo dinero". 
"Y es un perro de raza, un teckel”. – exclamaba con orgullo.

 “Quizás sea algo nervioso”. “No se deja coger”. “Es desobediente”.  “Tengo un bebé y temo que le haga algo” “Creo que mientras estemos en casa le dejaremos en la terraza de la cocina”…-siguió añadiendo.

Mi mente volaba lejos huyendo de tamaño dislate. En mi interior me repetía:” “Otro más. Otro que no entiende. ¡Pobre criatura!”.

Intenté recomponerme pensando que no lo hacía con mala intención, que simplemente no había tenido la fortuna de formar un vínculo profundo con otro ser no humano. Que no distinguía entre el capricho (cosa) y la responsabilidad (ser vivo).

Preocupada por el animal me interesé en las pautas que estaba siguiendo y por qué había decidido volver a dejarle en “otra jaula”. El repetía, una y otra vez, que era muy nervioso, imprevisible y mostraba abiertamente su temor a que hiciera algo al bebé.

"Si le gritas se esconde y si tratas de sacarle de allí, te gruñe. Vamos que creo que hasta podría morderme” – afloraba en esta afirmación su absoluta incapacidad por ponerse en el lugar de aquel pobre perro que no entendía nada. Aquel ser abandonado o perdido, recogido y llevado a una perrera. Un lugar frío y hostíl. Arrojado a su jaula, sin miramientos. Triste, asustado y acorralado. Con poquísimo tiempo para quemar tanta tensión, apenas unos minutos al día. [i]

Y cuando por fin alguien repara en él….lo hace porque es “un chollo”.


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Si te has visto reflejado mucho, bastante o poco en esta historia te pido que seas honesto y descartes adoptar un perro. Date un tiempo. Trata de informarte más. Esencialmente estudia su forma de expresarse, de comunicarse.  Si eres de los que buscas un perro de raza estudia su carácter y déjate llevar por la cordura. Siempre sopesando si es lo que esperas de él y si encajará en tu forma de vida. 

Hay un libro excelente “Al otro extremo de la correa” de Patricia B. MacConell, etóloga especialista, donde trata en tono de humor “porque a veces nosotros no entendemos a los perros y ellos tampoco nos entienden a nosotros”.

Sirvan estas líneas como base:

Lo primero que aprende un adiestrador de perros es que casi todos los problemas que los humanos tienen con sus perros, y los perros tienen con sus humanos, se deben a malentendidos que podrían haberse evitado.
Pero hay diferentes niveles de comprensión y tal vez existe uno que no es necesario entre nosotros y nuestros perros. Tal vez sea válida una relación que se esfuerza por compartir lo que puede y se acepta, de manera plena y pacífica, sus limitaciones.
Me gusta que Luke (mascota de la autora) no sea un humano de cuatro patas pequeño y peludo. Tengo la suerte de contar con muchos amigos humanos y no necesito a los perros como sustitutos. Parte de lo que recibo de mis perros es similar a lo que obtengo de mis relaciones con los humanos. Pero de la misma manera que no puedo ponerme a discutir sobre la paz en el mundo con Tulip (otra de sus mascotas), de mi conexión con ella recibo algo que no obtengo de la relación con mis amigos humanos. Ni siquiera sé con seguridad de qué se trata, pero es algo profundo, primordial y provechoso.
Tiene algo que ver con mantenerse conectado con la tierra y compartir el planeta con las demás cosas vivas. Los humanos nos encontramos en una posición muy extraña - seguimos siendo animales cuyo comportamiento refleja el de nuestros ancestros, aunque seamos únicos, diferente a la de cualquier otro animal de la tierra. Nuestra singularidad nos separa y favorece que nos olvidemos del lugar del cual procedemos. Tal vez los perros nos ayuden a recordar la profundidad de nuestras raíces, trayéndonos a la memoria —a nosotros, los animales que estamos en el otro extremo de la correa— que podemos ser especiales, pero no estamos solos. No es de extrañar que les llamemos nuestros mejores amigos.


Si finalmente decides adoptar un perro de perrera hazte la siguiente pregunta: ¿realmente estoy preparado para afrontar su adaptación?. 

Si tu respuesta es un SÍ sin vacilaciones, con aplomo, auténtico...:

 ¡Quiérele!.  Es lo único que curará sus heridas y le hará ganar confianza en ti y olvidar sus temores.

¡Se paciente!. Como lo serías con cualquier amigo que estuviera sufriendo una mala racha.

¡No olvides!. El vínculo será tan bello y profundo que comenzarás  a entender porque hay tanto loco luchando por sus derechos.


[i] .  (ver en este blogCarta del trabajador de una perrera·”)

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